domingo, 13 de noviembre de 2011

Réquiem

En ocasiones conviene aguzar el oído para apreciar una imagen, confiar en su escucha puede ser más revelador que su contemplación. Eduardo Nave trabaja sobre un conjunto de ambientes que liberan sonidos del pasado. La auscultación del lugar es el procedimiento habitual que el autor emplea para ir en busca de indicios de vida tras una catástrofe. A través de la fotografía explora la patología del paisaje para reflexionar sobre la idea de lesión geográfica.

En series como Normandie: les rivages du débarquement o Mulberry Harbour, se asoma a aquellos contextos que fueron testigo de un acontecimiento bélico y busca la cicatriz escondida apenas perceptible para la mirada.




Del mismo modo, T(t)ierra callada plantea una reflexión sobre el mutismo y la mutilación que sufren los bosques de la península ibérica como consecuencia de un incendio.




En la obra de Nave el silencio no sólo se concibe como un atributo estético a modo de velo que oculta una herida, sino también como la barrera auditiva que atenúa los ecos que habitan en la imagen. En el proyecto LXXIX.Pompeya, la ruina funciona como un dispositivo evocador para la escucha. El vacío espacial invita a la reconstrucción acústica de las voces y de los sonidos de un tiempo inmemorial. De ahí la percepción de la ruina como caja de resonancia.




En su trabajo más reciente A la hora y en el lugar, cobra importancia la expresión de la tragedia en clave sonora: la magnitud del volumen que nace de la propia imagen. Nave se desplaza hasta aquellos enclaves en donde ETA ha cometido un atentado terrorista desde la década de los sesenta hasta la actualidad y se somete a la naturaleza inexorable de los hechos perpetrados. El mismo día, a la hora exacta, en el lugar concreto, toma una fotografía desnuda, sin artificio ni preparativos. No obstante, si se atiende bien a lo capturado se intuye la explosión de un golpe ensordecedor.




A lo largo de toda la producción de Nave el paisaje adopta la dimensión de cuerpo lastimado y de piel historiada, es una superficie sensible que retiene huellas e incisiones. Resulta relevante el sondeo de frecuencias lejanas que determina el proceso creativo. Como resultado cada pieza encierra un signo de turbación que se transmite en forma de ondas oscilantes. Resulta difícil no advertir en la mirada de Eduardo Nave a un compositor de réquiems visuales. Sus obras articulan una sinfonía personal contra el olvido. 

(Texto para Catálogo Artistes de la Casa Velázquez 2010)

Para más información ver reportaje con fotografías de Eduardo Nave:

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por esos textos tan maravillosos que escribes Mireia...
Son la aportación perfecta para entendimiento integral de las imágenes...

Eduardo

Anónimo dijo...

Gracias por esos textos tan maravillosos que escribes Mireia...
Son la aportación perfecta para el entendimiento integral de las imágenes...

Eduardo